sábado, 20 de junio de 2009

ARGUMENTO GENERAL DEL MAHÁBARÁTA.

A continuación presentamos en forma abreviada la historia general relatada en la gran epopeya hindú titulada ¨El Mahábhárata¨, dentro de la cual se halla el Sagrado Bhagavad Gitá.

Según la historia, en época remotísima hubo en Hastinapura un Rey llamado Vhitravirya, descendiente por línea directa de Kuru, el fundador de la dinastía. Vichitravirya, quien era hijo del Rey Shantanu y la Reina Satyavati, poseía dos hermanos: uno por parte del padre, llamado Bhíshma, y otro por parte de la madre, conocido por el nombre de Vyasa.
El Rey Vichitravirya, se casó sucesivamente con las princesas Ambika y Ambalika, quienes eran hijas del Rey Kashi; pero al poco tiempo de su matrimonio murió Vichitravirya sin hijo alguno para heredar la corona, que, interinamente y por derecho de sucesión colateral, recayó sobre Bhisma.



Entonces, estimulado por divina compasión, Vyasa generó con Ambika y Ambalika dos hijos, cuyos nombres fueron: Dhitaráshtra y Pandu.



El primogénito, Dhritaráshtra, nació cego, y a la edad convniente contrajo matrimonio con Gándhári, hija de Subala, Rey de Ghándhára. De tal matrimonio nacieron los cien principes Kuravas, el primogénito de los cuales llevó por nombre: Duryodhana.


Recordemos que los Kuravas representan las tendencias inferiores del ser humano, todo cuanto lo aparta del Camino hacia Dios. Esas tendencias o cualidades negativas, tales como envidia, celos, iracundia, lujuria, avaricia, etc.. son multitud en la criatura humana, de allí el elevado y simbólico número de ¨cien hermanos Kuravas¨.



Por su parte, Pandu, contrajo matrimonio con la princesa Kunti (también llamada Pritha), hija de Sura; y más tarde tomó también por esposa a la princesa Madri.



De kunti, tuvo Pandu tres hijos: Yudhistira, Nhima y Arjuna; y de Madr, otros dos hijos: Nakula y Sahadeva.



Aquí es preciso advertir que Pandi sólo era padre putativo de los príncipes, pues por haber matado involuntariamente a un brhmin durante su juventud, fue condenado a no tener hijos.



En verdad, los cincos Príncipes Pandavas son hijos de cinco Seres Celestiales o Devas: el Padre de Yudhistira es Dharma, el Deva o Dios de la Justicia; el de Bhíma es Vay, el Deva del Viento; el de Arjuna es Indra, el Rey de los Devas; y los de Nakula y Sahadeva son los dos Ashwines, los Médicos Celestes.



Desde entonces, la familia real de hastinapura quedó divindad en dos ramas: la de los hijos de Dhritaráshtra, que conservó el nombre de Kuravas y la de los hijos de Pandu, conocidos como Pandavas.



De los sucesores de Vichitravirya (Dhitaráshtra y Pandu), Dhritaráshtra era el mayor, sin embargo, por ser ciego de nacimiento, de acuerdo a las leyes brahmánicas, estaba incapacitado para gobernar el reino, y así hubo de renunciar a la efetividad de la soberanía en su hermano menor, Pandu, en quien por derecho hereditaro recayó la regencia, quedando como futuro sucesor de la corona, el prmogénito de Pandu que, como levamos dicho, tenía por nombre: Yudhistira.



Durante la regencia de Pandu, sus cinco hijos se distinguieron notablemente por su vasta instrucción a la par que por sus brillantes hechos de armas, hasta el punto de excitar la envidia de su primo Duryodhana, el primogénito de Dhritaráshtra.



Después de varios intentos contra los Principes Pandavas, y viendo que nada podía lograr por la fuerza, concertándose al efecto con Sakumi, hernao de Gándhari y Rey de Gándhára, quien era un hábil jugador de dados, que, aprovehando la pasión de Yudhistira por el juego, hizo que apostara el reino y lo perdiese.



En efecto, invitado a jugar al Rey Yudhistira, fue perdiendo en dos ocaciones sucesivas la corona, su patrimonio persona y, por fion, su misma esposa, Daupadi, la que separada de su esposo quedó reducida a humillante esclavitud. Según las condiciones estipuladas por el juego, l ganancioso Duryodhana debía reinar por trece años; y durante ese período fueron desterrados los cinco principes Pandavas, quienes sufrieron en su errabunda vida toda clase de privaciones.



Expirado el plazo convenido, reclamó yudhistira la corona; pero el pérfido Duryodhana no quiso reconocer en modo alguno los legítimos derechos de su primo, por lo que después de varios intentos de negociación, resolvió al desterrado monarca confiar su razón a la fuerza de las armas, reuniendo, al efecto, con el apoyo de varios reyes vecinos, un fuerte ejército para atacar al usurpador, quien, por su parte, reunió también poderosas fuerzas.



Dhritaráshtra, el Rey ciego, que reinaba sin gobernar, condescendió, por exceso de amor paternal, con las injusticias de su primogénito, desdeñando las exhortaciones con que Sri Krishna, encarnación de Dios sobre la Tierra, y otros hombres piadosos, trataron de disuadirle.



Entonces le preguntó Sri Krishna si deseaba recobrar la vista para presenciar por sí mismo la batalla que iba a librarse; pero como Dhritaráshtra rehusara tamaño beneficio, concedió Krishna (en virtud de los sobrehumanos poderes con que estaba dotado), a Sanjaya, conductor del carro de Dhitaráshtra, las necesarias facultades visuales y auditivas como para no perder ni un pormenor de cuanto sucediese en la batalla.



A punto estaba de comenzar la contienda, cuando Arjuna, deseoso de darse cuenta de la situación, suplica a Krishna que guíe el carro hasta colocarlo en el espacio que separa a las dos hueses, y allí el Deva le va nombrando los combatientes de una y otra parte. Apodérase el espanto del corazón de Arjuna, al ver que ha de pelear fraticidamente contra gente de su propia sangre, y arroja desalentado archo y flechas, resuelto a dejarse matar desarmado antes de herir a sus parientes en la nefasta pelea.



Entonces Krishna le expone razones y argumentos en contra, declarándole la admirable doctrina que palpita en todos los versículos del Canto, de lo que convencido, por fin, Arjunase resuelve a luchar contra los Kuravas, cuya completa derrota restituye a los Pandavas el usurpado trono del maravilloso reino de Hastinapura.



El diálogo o coloquio que antes de la batalla sostienen Sri Krishna y Arjuna constituye el tema del Bhagavad Gita. Todo este cologuio lo escucha Sanjaya gracias a la aptitud que para ello le haía otorgado previamente Krishna, y después de oido lo relata al Rey ciego Dhritarashtra.


De este modo, y habiendo sido transmitido con posterioridad de generación en generación, ha llegado hasta nosotros este sagrado diálogo, cuyas palabras guían hacia Dios a aquellas almas que con Fe y Devoción lo escuchan.



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